A partir de 1960 ocurre en las letras hispánicas un fenómeno inusitado que se conoce como el “boom” narrativo latinoamericano, que abarca la aparición de un grupo numeroso de escritores jóvenes de nuestro continente. La "nueva novela" toma un papel importante tanto para América como para Europa.
Subversión novelística, trasgresión a la norma, rompimiento de lo establecido. Así se puede —entre otras muchas definiciones— definir el "boom" latinoamericano: no es un movimiento ni una escuela, es producto de la casualidad, una convergencia inesperada y sobre todo inusitada de jóvenes talentos que demostraron al mundo que Latinoamérica era capaz de crear cosas originales.
Se señalan como características comunes de los escritores del “boom”: la desintegración de las formas tradicionales de la novela, debido a que se tratan nuevas técnicas y el lector se convierte en un "lector cómplice" y dejará de ser el lector pasivo de antes; la simultaneidad del lenguaje, porque el autor utilizará un lenguaje variado para denotar las distintas clases sociales, diversidad de lugares y regiones; la novela como ficción total, como territorio imaginativo que totaliza la realidad en todos los planos. ( En esta parte ocurre una ruptura con la realidad circunstancial; los nuevos escritores emprenden la ruta hacia la imaginación creadora y el realismo mágico con la invención de lugares, nombres y personajes. Un gran ejemplo sería "Cien Años de Soledad").
Se afirma que el ”boom” comenzó cuando el prestigioso Premio Biblioteca Breve de 1967 fue un año para recordar: Miguel Ángel Asturias, guatemalteco, obtendría el Premio Nóbel ese año; Vargas Llosa, el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos por La Casa Verde; Fuentes, el Biblioteca Breve por Cambio de piel; el cubano Guillermo Cabrera Infante publicaría -aunque con cortes por la censura franquista- Tres tristes tigres y, sobre todo, Gabriel García Márquez hizo pública una novela que había preparado toda su vida y por la cual había pasado las de Caín durante sus dieciocho meses de redacción: Cien años de soledad. La novela fue admirada unánimemente, Gabo alcanzó fama universal, sus libros anteriores -que no pasaban de la medianía, a pesar de que hay quienes adoran la novelita El coronel no tiene quien le escriba (1958)- fueron reeditados rápidamente y en 1982 obtuvo un merecido Premio Nóbel de Literatura (habría que sumar entre otras El otoño del patriarca y Crónica de una muerte anunciada a sus méritos cuando recibió el premio).
El boom seguía fuerte en 1970 cuando ya estaban en su candela de trampolín a la fama Juan Carlos Onetti (Juntacadáveres, 1964), Alejo Carpentier (El siglo de las luces, 1962), Jorge Luis Borges y Juan Rulfo. Ese año el chileno José Donoso presentó otro ejemplo de la enorme creatividad de estos lados con su ambiciosa novela El obsceno pájaro de la noche (por cierto, también ha escrito el único documento "desde adentro" sobre el boom: Historia personal del "boom").
En 1973, Vargas Llosa publica la estupenda Pantaleón y las Visitadoras, en 1974 el paraguayo Augusto Roa Bastos publica una novela capital sobre dictaduras latinoamericanas, Yo, el Supremo; en 1975 García Márquez también habla sobre dictaduras en El otoño del patriarca y Carlos Fuentes con la novela publicada ese mismo año, Terra nostra, gana el Rómulo Gallegos en 1977.
En lo sucesivo, siguieron y siguen las publicaciones de estos autores, varios obtienen nuevos galardones, aunque la ola mayor del “boom” ya había marcado huella y ahora estamos en el sueño de un nuevo grupo de éxito como el de las décadas del 60 y el 70 del siglo pasado.


No hay comentarios:
Publicar un comentario