domingo, 6 de enero de 2013

PABLO NERUDA


Poeta chileno nacido en Parral en 1904, es uno de los que siempre ha gozado de nuestra preferencia entre los poetas latinoamericanos.

Huérfano de madre desde muy pequeño, su infancia transcurrió en Temuco, donde realizó sus primeros estudios. Aunque su nombre real fue Neftalí Reyes Basoalto, desde 1917 adoptó el seudónimo de Pablo Neruda como su verdadero nombre.
Escritor, diplomático, político, Premio Nobel de Literatura, Premio Lenin de la Paz y Doctor Honoris Causa de la Universidad de Oxford, está considerado como uno de los grandes poetas del siglo XX.

De su extensa obra poética, destacan títulos como Crepusculario, Veinte poemas de amor y una canción desesperada, Residencia en la tierra, Tercera residencia, Canto general, Los versos del capitán, Odas elementales, Extravagario, Memorial de Isla Negra. Falleció en 1973.

CRONOLOGÍA

1904: Nace Neftalí Ricardo Reyes Basoalto, conocido universalmente como Pablo Neruda, en Parral, Chile.

1917: El 18 de julio se publica en el diario La mañana, de Temuco, un artículo titulado “Entusiasmo y perseverancia”, que firma Neftalí Reyes.

1919: Pablo Neruda publica trece poesías en Corre -Vuela de Santiago. Colabora en Selva austral de Temuco. Publica en revistas de Chillán y Valdivia.

1920: Adopta definitivamente el seudónimo de Pablo Neruda para sus publicaciones.

1921: Pablo Neruda viaja a Santiago a seguir la carrera de profesor de francés.

1923 En agosto aparece la edición original de Crepusculario. La revista Claridad publica algunos poemas que luego serán incluidos en Veinte poemas de amor y una canción desesperada.

1924: Se publica Veinte poemas de amor y una canción desesperada, en la editorial Nascimento.

1925: La editorial Nascimento publica Tentativa del hombre infinito.

1926: Se publica Anillos y El habitante y su esperanza, a la vez que la segunda edición de Crepusculario.

1927: Es nombrado cónsul honorario en Rangoon, Birmania. En los años siguientes continuará su labor consular en Ceilán, Java  y Singapur.

1933: Se publica El hondero entusiasta y una edición de lujo de Residencia en la tierra.

1938: Aparecen tres ediciones de España en el corazón que luego se traduce al francés: Espagne au coeur.

1943: Se edita en Lima Cantos de Pablo Neruda, por Hora del hombre.

1947: Se edita Tercera residencia, que comprende Las furias y las penas, España en el corazón y otros grupos de poemas.

1950: Se publica en México Canto general. Ediciones de este libro en Francia, Estados Unidos, China, Checoeslovaquia, Polonia, Unión Soviética, Suecia, Rumanía, India, Palestina y Siria.

1952: Edición de Los versos del capitán.

1954: Editorial Losada publica Odas elementales. Editorial Nascimento saca a luz Las uvas y el viento.

1956: Se publica en editorial Losada el libro Nuevas odas elementales.

1957: Editorial Losada publica Tercer libro de las odas.

1958: Sale a luz Estravagario, en editorial Losada. Y al año siguiente, Navegaciones y regresos, así como Cien sonetos de amor.

1961: Editorial Austral edita Canción de gesta. En julio, Losada publica Las piedras de Chile.

1962: Losada pone en circulación Plenos poderes.

1964: Losada edita Memorial de Isla Negra.

1966: Se publica en edición privada Arte de pájaros. Luego, en Barcelona, la editorial Lumen publica La casa en la arena.

1968: Losa publica la tercera edición de sus Obras completas y Las manos del día.

1969: Sale a la luz Fin del mundo y  Aún.

1970: Losada publica La espada encendida y Las piedras del cielo.

1971: El 21 de octubre obtiene el Premio Nobel de Literatura.

1972: Losada publica Geografía infructuosa.

1973: La editorial Quimantú publica Incitación al Nixonicidio y alabanza de la revolución chilena.  El 23 de setiembre muere Pablo Neruda en Santiago de Chile.



 FAREWELL

Desde el fondo de ti, y arrodillado,
un niño triste, como yo, nos mira.
Por esa vida que arderá en sus venas
tendrían que amarrarse nuestras vidas.
Por esas manos, hijas de tus manos,
tendrían que matar las manos mías.
Por sus ojos abiertos en la tierra
veré en los tuyos lágrimas un día.

Yo  no lo quiero, Amada.
Para que nada nos amarre
que no nos una nada.
Ni la palabra que aromó tu boca,
ni lo que no dijeron las palabras.
Ni la fiesta de amor que no tuvimos,
ni tus sollozos junto a la ventana.

Amo el amor de los marineros
que besan y se van.
Dejan una promesa.
No vuelven nunca más.
En cada puerto una mujer espera:
los marineros besan y se van.
Una noche se acuestan con la muerte
en el lecho del mar.

Amo el amor que se reparte
en besos, lecho y pan.
Amor que puede ser eterno
y puede ser fugaz.
Amor que quiere libertarse
para volver a amar.
Amor divinizado que se acerca
Amor divinizado que se va.

Ya no se encantarán mis ojos en tus ojos,
ya no se endulzará junto a ti mi dolor.
Pero hacia donde vaya llevaré tu mirada
y hacia donde camines llevarás mi dolor.
Fui tuyo, fuiste mía. Qué más? Juntos hicimos
un recodo en la ruta donde el amor pasó.
Fui tuyo, fuiste mía. Tú serás del que te ame,
del que corte en tu huerto lo que he sembrado yo.
Yo me voy. Estoy triste: pero siempre estoy triste.
Vengo desde tus brazos. No sé hacia dónde voy.
Desde tu corazón me dice adiós un niño.
Y yo le digo adiós.

(De: Crepusculario)

CUERPO DE MUJER     

Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar al hijo del fondo de la tierra.


Fui sólo como un túnel. De mí huían los pájaros,
y en mí la noche entraba en su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.

Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
¡Ah los vasos del pecho! ¡Ah los ojos de ausencia!
¡Ah las rosas del pubis! ¡Ah tu voz lenta y triste!


Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!
Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue y el dolor infinito.


(De: Veinte poemas de amor y una canción desesperada)

TE RECUERDO COMO ERAS EN EL ÚLTIMO OTOÑO

Te recuerdo como eras en el último otoño.
Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo.
Y las hojas caían en el agua de tu alma.


Apegada a mis brazos como una enredadera,
las hojas recogían tu voz lenta y en calma.
Hoguera de estupor en que mi sed ardía.
Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.


Siento viajar tus ojos y es distante el otoño:
boina gris, voz de pájaro y corazón de casa
hacia donde emigraban mis profundos anhelos
y caían mis besos alegres como brasas.


Cielo desde un navío. Campo desde los cerros.
Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma!
Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos.
Hojas secas de otoño giraban en tu alma.


 Tempestad que enterró las campanas, turbio revuelo de tormentas
para qué tocarla ahora, para qué entristecerla.

Ay seguir el camino que se aleja de todo,
donde no esté atajando la angustia, la muerte, el invierno,
con sus ojos abiertos entre el rocío.


(De: Veinte poemas de amor y una canción desesperada)

PROMULGACIÓN DE LA LEY DEL EMBUDO

Ellos se declararon patriotas.

En los clubs se condecoraron

y fueron escribiendo la historia.

Los Parlamentos se llenaron

de pompa, se repartieron

después la tierra, la ley,

las mejores calles, el aire,

la Universidad, los zapatos.

 

Su extraordinaria iniciativa

fue el Estado erigido en esa

forma, la rígida impostura.

Lo debatieron como siempre,

con solemnidad y banquetes,

primero en círculos agrícolas,

con militares y abogados.

Y al fin llevaron al Congreso

la Ley suprema, la famosa,

la respetada, la intocable

Ley del Embudo.

                               Fue aprobada.

Para el rico la buena mesa.

La basura para los pobres.

El dinero para los ricos.

Para los pobres el trabajo.

Para los ricos la casa grande.

El tugurio para los pobres.

El fuero para el gran ladrón.

La cárcel al que roba un pan.

París, París, para los señoritos.

El pobre a la mina, al desierto.

El señor Rodríguez  de la Crota

habló en el Senado con voz

meliflua y elegante.

                                    “Esta ley, al fin, establece

La jerarquía obligatoria

Y sobre todo los principios

De la cristiandad.

                                Era

tan necesaria como el agua.

Solo los comunistas, venidos

del infierno, como se sabe,

pueden discutir este código

del Embudo, sabio y severo.

Pero esta oposición asiática,

venida del sub-hombre, es sencillo

refrenarla: a la cárcel todos,

al campo de concentración,

así quedaremos sólo

los caballeros distinguidos

y los amables yanaconas

del Partido Radical.”

Estallaron los aplausos

de los bancos aristocráticos:

qué elocuencia, qué espiritual,,

qué filósofo, qué lumbrera!

Y corrió cada uno a llenarse

los bolsillos en su negocio,

uno acaparando la leche,

otro estafando en el alambre,

otro robando en el azúcar

y todos llamándose a voces

patriotas, con el monopolio

del patriotismo, consultado

también en la Ley del Embudo.

 

(De: Canto general)

 

EL ALFARERO

Todo tu cuerpo tiene
copa o dulzura destinada a mí.


Cuando subo la mano
encuentro en cada sitio una paloma
que me buscaba, como
si te hubieran, amor, hecho de arcilla
para mis propias manos de alfarero.


Tus rodillas, tus senos,
tu cintura
faltan en mí como en el hueco
de una tierra sedienta
de la que desprendieron
una forma,
y juntos
somos completos, como un solo río,
como una sola arena.


(De: Los versos del capitán)

 EL INCONSTANTE

Los ojos se me fueron
tras de una morena que pasó.

Era de nácar negro,
era de uvas moradas,
y me azotó la sangre
con su cola de fuego.

Detrás de todas
me voy.

Pasó una clara rubia
como una planta de oro
balanceando sus dones.
Y mi boca se fue
como con una ola
descargando en su pecho
relámpagos de sangre.

Detrás de todas
me voy.

Pero a ti sin moverme,
sin verte, tú distante,
van mi sangre y mis besos,
morena y clara mía,
alta y pequeña mía,
ancha y delgada mía,
mi fea, mi hermosura,
hecha de todo el oro,
y de toda la plata,
hecha de todo el trigo
y de toda la tierra,
hecha de toda el agua
de las olas marinas,
hecha para mis brazos,
hecha para mis besos,
hecha para mi alma.



(De: Los versos del capitán).



viernes, 28 de diciembre de 2012

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ


Gabriel José García Márquez  nació en Aracataca (Colombia) en 1928. Cursó estudios secundarios en San José a partir de 1940 y finalizó su bachillerato en el Colegio Liceo de Zipaquirá, el 12 de diciembre de 1946. Se matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Cartagena el 25 de febrero de 1947, aunque sin mostrar excesivo interés por los estudios. Su amistad con el médico y escritor Manuel Zapata Olivella le permitió acceder al periodismo. Inmediatamente después del "Bogotazo" (el asesinato del dirigente liberal Jorge Eliécer Gaitán en Bogotá, las posteriores manifestaciones y la brutal represión de las mismas), comenzaron sus colaboraciones en el periódico liberal El Universal, que había sido fundado el mes de marzo de ese mismo año por Domingo López Escauriaza. 

 Había comenzado su carrera profesional trabajando desde joven para periódicos locales; más tarde residiría en Francia, México y España. En Italia  fue alumno del Centro Experimental de Cinematografía. Durante su estancia en Sucre (a donde había acudido por motivos de salud), entró en contacto con el grupo de intelectuales de Barranquilla, entre los que se contaba Ramón Vinyes, ex propietario de una librería que habría de tener una notable influencia en la vida intelectual de los años 1910-20, y a quien se le conocía con el apodo de "el Catalán" -el mismo que aparecerá en las últimas páginas de la obra más célebre del escritor, Cien años de soledad (1967). Desde 1953 colabora en el periódico de Barranquilla El nacional: sus columnas revelan una constante preocupación expresiva y una acendrada vocación de estilo que refleja, como él mismo confesará, la influencia de las greguerías de Ramón Gómez de la Serna. Su carrera de escritor comenzará con una novela breve, que evidencia la fuerte influencia del escritor norteamericano William Faulkner: La hojarasca (1955). La acción transcurre entre 1903 y 1928 (fecha del nacimiento del autor) en Macondo, mítico y legendario pueblo creado por García Márquez. Tres personajes, representantes de tres generaciones distintas, desatan -cada uno por su cuenta- un monólogo interior centrado en la muerte de un médico que acaba de suicidarse. En el relato aparece la premonitoria figura de un viejo coronel, y "la hojarasca" es el símbolo de la compañía bananera, elementos ambos que serían retomados por el autor en obras sucesivas.

 En 1961 publicó El coronel no tiene quien le escriba, relato en que aparecen ya  los temas recurrentes de la lluvia incesante, el coronel abandonado a una soledad devastadora, apenas si compartida por su mujer, un gallo, el recuerdo de un hijo muerto, la añoranza de batallas pasadas y... la miseria. El estilo lacónico, áspero y breve, produce unos resultados sumamente eficaces. En 1962 reúne algunos de sus cuentos -ocho en total- bajo el título de Los funerales de Mamá Grande y publica su novela La mala hora.

 Pero toda la obra anterior a Cien años de soledad es sólo un acercamiento al proyecto global y mucho más ambicioso que constituirá justamente esa gran novela. En efecto, muchos de los elementos de sus relatos cobran un interés inusitado  al ser integrados en Cien años de soledad. En ella, Márquez edifica y da vida al pueblo mítico de Macondo (y la legendaria estirpe de los Buendía): un territorio imaginario donde lo inverosímil y mágico no es menos real que lo cotidiano y lógico; este es el postulado básico de lo que después sería conocido como realismo mágico. Se ha dicho muchas veces que, en el fondo, se trata de una gran saga americana. Macondo podría representar a cualquier pueblo, o mejor, a toda Hispanoamérica: a través de la narración, asistimos a su fundación, a su desarrollo, a la explotación bananera norteamericana, a las revoluciones, a las contrarrevoluciones... En suma, una síntesis novelada de la historia de las tierras latinoamericanas. En un plano aún más amplio puede verse como una parábola de cualquier civilización, de su nacimiento a su ocaso.

Tras este libro, el autor publicó la que, en sus propias palabras, constituiría su novela preferida: El otoño del patriarca (1975), una historia turbia y cargada de tintes visionarios acerca del absurdo periplo de un dictador solitario y grotesco. Algo más tarde,  publicaría los cuentos La increíble historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1977), y Crónica de una muerte anunciada (1981), novela breve basada en un suceso real de amor y venganza que adquiere dimensiones de leyenda, gracias a un desarrollo narrativo de una precisión y una intensidad insuperables. Su siguiente gran obra, El amor en los tiempos del cólera, se publicó en 1987: se trata de una historia de amor que atraviesa los tiempos y las edades, retomando el estilo mítico y maravilloso. Una originalísima y gran novela de amor, que revela un profundo conocimiento del corazón humano. Pero es mucho más que eso, debido a la multitud de episodios que se entretejen con la historia central, y en los que brilla hasta lo increíble la imaginación del autor.

 

En 1982 le había sido concedido, no menos que merecidamente, el Premio Nóbel de Literatura. Una vez concluida su anterior novela, vuelve al reportaje con Miguel Littin, clandestino en Chile (1986), escribe un texto teatral, Diatriba de amor para un hombre sentado (1987), y recupera el tema del dictador latinoamericano en El general en su laberinto (1989), e incluso agrupa algunos relatos desperdigados bajo el título Doce cuentos peregrinos (1992). Nuevamente, en sus últimas obras, podemos apreciar la conjunción de la novela amorosa y sentimental con el reportaje: así en Del amor y otros demonios (1994) y Noticia de un secuestro (1997). Ha publicado también libros de crónicas, guiones cinematográficos y varios volúmenes de recopilación de sus artículos periodísticos: Textos costeños, Entre cachacos, Europa y América y Notas de prensa.

 Recientemente, la editorial Alfaguara ha publicado una completa biografía de Gabriel García Márquez, Viaje a la semilla, de Dasso Saldívar. Finalmente, a quien le interese la voz directa de García Márquez, podrá consultar el libro de entrevistas El olor de la papaya (1982). O, mejor aún, los sucesivos tomos que constituirían la extensa autobiografía del autor, Vivir para contarlo, cuyo ejercicio, según el propio García Márquez constituye, básicamente, una garantía para mantener "el brazo caliente" entre dos  novelas.

 
REFERENCIA ARGUMENTAL DE ALGUNAS NOVELAS

 
 Crónica de una Muerte Anunciada

Esta novela trata de la inesperada muerte de Santiago Nassar. A pesar de que la novela empieza con el "final", o sea, revelándonos la muerte del protagonista, surgen otras inquietudes que dejan al lector preguntándose y hasta "metiéndose" en la novela.

 

Cien Años de Soledad

Novela que, por su singularidad en la presentación de mundos narrativos excepcionales, hizo que se le concediera a Gabriel García Márquez el Premio Nóbel en 1982.

Cien Años de Soledad es un ejemplo de los modos de vida propios de los  pueblos latinoamericanos, además de otros temas de profundidad, mezclados con ficción, hipérboles y aquel realismo mágico característico del autor.  El argumento pareciera sencillo: las diferentes vicisitudes de la familia Buendía en un pueblo inventado llamado Macondo. La soledad, como un factor decisivo en la trama de la novela, envuelve a los personajes en sentimientos de culpa y ruptura de comunicación  generados por las relaciones sexuales incestuosas. Aunque en el desenvolvimiento narrativo la culpa se produce en el ámbito del incesto,  en un nivel más amplio arrastra la ideología propia del pecado original ligada a prohibiciones, castración psíquica y castigo.  

 El  Amor en los Tiempos del Cólera

Escrita en 1986. Cuenta la historia de Florentino Ariza y Fermina Daza, una trama sentimental sobre cómo Florentino Ariza, amante repudiado por su primera novia, sufre las consecuencias del amor en los tiempos del cólera. Una lista larga de personajes aparece en las vidas de éstos manteniendo al lector en constante expectación.

 El Coronel no tiene Quien le escriba

Según García Márquez, esta novela surgió de la visión de un hombre esperando el correo en un pequeño pueblo y que después fue la misma espera y desesperación que tuvo que pasar en París. Pequeña obra maestra, la novela cuenta la historia de un coronel retirado que espera ansiosamente una carta que contiene su pensión, mientras ve cómo se pierde en la miseria. Es entretenida y crea en el lector en algunos casos enojo por el ingenuo coronel y por la injusticia que éste padece.

 Relato de un Náufrago

Publicado en 1970, es la recopilación de reportajes aparecidos en El Espectador en 1955, los cuales pueden leerse como una apasionante novela. Cuenta la historia verídica de Luis Alejandro Velasco, quien quedó varado en el mar 10 días hasta ser salvado por los habitantes de una aldea cercana al mar. La publicación de este reportaje crea revuelo en Colombia al comprobarse que la embarcación llevaba contrabando de Estados Unidos a Colombia.

 Del Amor y Otros Demonios

Ambientada en el siglo XVIII, en la costa tropical de la Colombia colonial, esta novela trágica cuenta la historia de Sierva María y el sacerdote Cayetano Delaura, cuyos castos amoríos los conducen a la destrucción.
 

CIEN AÑOS DE SOLEDAD

(FRAGMENTOS)

I

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo.

II

A los niños no les interesó la noticia. Estaban obstinados en que su padre los llevara a conocer la portentosa novedad de los sabios de Memphis, anunciada a la entrada de una tienda que, según decían, perteneció al rey Salomón. Tanto insistieron, que José Arcadio Buendía pagó los treinta reales  y los condujo hasta el centro de la carpa, donde había un gigante de torso peludo y cabeza rapada, con un anillo de cobre en la nariz y una pesada cadena de hierro en el tobillo, custodiando un cofre de pirata. Al ser destapado por el gigante, el cofre dejó escapar un aliento glacial. Dentro solo había un enorme bloque transparente, con infinitas agujas internas en las cuales se despedazaba en estrellas de colores la calidad del crepúsculo. Desconcertado, sabiendo que los niños esperaban una explicación inmediata, José Arcadio Buendía se atrevió a murmurar:

- Es el diamante más grande del mundo.

No- corrigió el gitano-. Es hielo.

José Arcadio Buendía, sin entender, extendió la mano hacia el témpano, pero el gigante se la apartó. “Cinco reales más para tocarlos”, dijo. José Arcadio Buendía los pagó y entonces puso la mano sobre el hielo y la mantuvo puesta por varios minutos, mientras el corazón se le hinchaba de temor y de júbilo al contacto del misterio. Sin saber qué decir, pagó otros diez reales para que sus hijos vivieran la prodigiosa experiencia. El pequeño José Arcadio se negó a tocarlo. Aureliano, en cambio, dio un paso hacia delante, puso la mano y la retiró en el acto. “Está hirviendo”, exclamó asustado. Pero su padre no le prestó atención. Embriagado por la evidencia del prodigio, en aquel momento se olvidó de la frustración de sus empresas delirantes y del cuerpo de Melquíades abandonado al apetito de los calamares. Pagó otros cinco reales, y con la mano puesta en el témpano, como expresando un testimonio sobre el texto sagrado, exclamó:

- Este es el gran invento de nuestro tiempo.

III

Un domingo, a las seis de la tarde, Amaranta Úrsula sintió los apremios del parto. La sonriente comadrona de las muchachitas que se acostaban por hambre la hizo subir en la mesa del comedor, se le acaballó en el vientre, y la maltrató con galopes cerriles hasta que sus gritos fueron acallados por los berridos de un varón formidable. A través de las lágrimas, Amaranta Úrsula vio que era un Buendía de los grandes, macizo y voluntarioso como los José Arcadio, con los ojos abiertos y clarividentes de los Aurelianos, y predispuesto para empezar la estirpe ora vez por el principio y purificarla de sus vicios perniciosos y su vocación solitaria, porque era el único en un siglo que había sido engendrado con amor.

-          Es todo un antropófago –dijo-. Se llamará Rodrigo.

-          No – la contradijo su marido-. Se llamará Aureliano y ganará treinta y dos guerras.

Después de cortarle el ombligo, la comadrona se puso a quitarle con un trapo el ungüento azul que le cubría el cuerpo, alumbrada por Aureliano con una lámpara. Solo cuando lo voltearon boca abajo se dieron cuenta de que tenía algo más que el resto de los hombres, y se inclinaron para examinarlo. Era una cola de cerdo.

No se alarmaron. Aureliano y Amaranta Úrsula no conocían el precedente familiar, ni recordaban las pavorosas admoniciones de Úrsula, y la comadrona acabó de tranquilizarlos con la suposición de que aquella cola inútil podía cortarse cuando el niño mudara  los dientes. Luego no tuvieron ocasión de volver a pensar en eso, porque Amaranta Úrsula se desangraba en un manantial incontenible. Trataron de socorrerla con apósitos de telaraña y apelmazamientos de ceniza, pero era como querer cerrar un surtidor con las manos. En las primeras horas, ella hacía esfuerzos por conservar el buen humor. Le tomaba la mano al asustado Aureliano, y le suplicaba que no se preocupara, que la gente como ella no estaba hecha para morirse contra la voluntad, y se reventaba de risa con los recursos truculentos de la comadrona. Pero a medida que a Aureliano lo abandonaban las esperanzas, ella se iba haciendo menos visible, como si la estuvieran borrando de la luz, hasta que se hundió en el sopor. Al amanecer del lunes llevaron una mujer que rezó junto a su cama oraciones de cauterio, infalibles en hombres y animales, pero la sangre apasionada de Amaranta Úrsula era insensible a todo artificio distinto del amor. En la tarde, después de veinticuatro horas de desesperación, supieron que estaba muerta porque el caudal se agotó sin auxilios, y se le afiló el perfil, y los verdugones de la cara se le desvanecieron en una aurora de alabastro, y volvió a sonreír.

Aureliano no comprendió hasta entonces cuánto quería a sus amigos, cuánta falta le hacían y cuánto hubiera dado por estar con ellos en aquel momento. Puso al niño en la canastilla que su madre le había preparado, le tapó la cara al cadáver con una manta, y vagó sin rumbo por el pueblo desierto, buscando un desfiladero de regreso al pasado….

viernes, 10 de febrero de 2012

EL "BOOM" LITERARIO LATINOAMERICANO




A partir de 1960 ocurre en las letras hispánicas un fenómeno inusitado que se conoce como el “boom” narrativo latinoamericano, que abarca la aparición de un grupo numeroso de escritores jóvenes de nuestro continente. La "nueva novela" toma un papel importante tanto para América como para Europa.
Subversión novelística, trasgresión a la norma, rompimiento de lo establecido. Así se puede —entre otras muchas definiciones— definir el "boom" latinoamericano: no es un movimiento ni una escuela, es producto de la casualidad, una convergencia inesperada y sobre todo inusitada de jóvenes talentos que demostraron al mundo que Latinoamérica era capaz de crear cosas originales.
Se señalan como características comunes de los escritores del “boom”: la desintegración de las formas tradicionales de la novela, debido a que se tratan nuevas técnicas y el lector se convierte en un "lector cómplice" y dejará de ser el lector pasivo de antes; la simultaneidad del lenguaje, porque el autor utilizará un lenguaje variado para denotar las distintas clases sociales, diversidad de lugares y regiones; la novela como ficción total, como territorio imaginativo que totaliza la realidad en todos los planos. ( En esta parte ocurre una ruptura con la realidad circunstancial; los nuevos escritores emprenden la ruta hacia la imaginación creadora y el realismo mágico con la invención de lugares, nombres y personajes. Un gran ejemplo sería "Cien Años de Soledad").

 Se afirma que el ”boom” comenzó cuando el prestigioso Premio Biblioteca Breve de la Editorial Seix Barral fue a manos de un latinoamericano, Mario Vargas Llosa, por su novela La ciudad y los perros, en 1962. Aunque ésta apareció un poco después —debido a la censura en España de la época— de otra novela considerada del boom, La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes, se le toma en cuenta primero por su repercusión a nivel internacional (a raíz del premio, el marketing y las críticas de militares peruanos). Luego vendría Rayuela de Julio Cortázar en el 63.

1967 fue un año para recordar: Miguel Ángel Asturias, guatemalteco, obtendría el Premio Nóbel ese año; Vargas Llosa, el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos por La Casa Verde; Fuentes, el Biblioteca Breve por Cambio de piel; el cubano Guillermo Cabrera Infante publicaría -aunque con cortes por la censura franquista- Tres tristes tigres y, sobre todo, Gabriel García Márquez hizo pública una novela que había preparado toda su vida y por la cual había pasado las de Caín durante sus dieciocho meses de redacción: Cien años de soledad. La novela fue admirada unánimemente, Gabo alcanzó fama universal, sus libros anteriores -que no pasaban de la medianía, a pesar de que hay quienes adoran la novelita El coronel no tiene quien le escriba (1958)- fueron reeditados rápidamente y en 1982 obtuvo un merecido Premio Nóbel de Literatura (habría que sumar entre otras El otoño del patriarca y Crónica de una muerte anunciada a sus méritos cuando recibió el premio).
El boom seguía fuerte en 1970 cuando ya estaban en su candela de trampolín a la fama Juan Carlos Onetti (Juntacadáveres, 1964), Alejo Carpentier (El siglo de las luces, 1962), Jorge Luis Borges y Juan Rulfo. Ese año el chileno José Donoso presentó otro ejemplo de la enorme creatividad de estos lados con su ambiciosa novela El obsceno pájaro de la noche (por cierto, también ha escrito el único documento "desde adentro" sobre el boom: Historia personal del "boom").

En 1973, Vargas Llosa publica la estupenda Pantaleón y las Visitadoras, en 1974 el paraguayo Augusto Roa Bastos publica una novela capital sobre dictaduras latinoamericanas, Yo, el Supremo; en 1975 García Márquez también habla sobre dictaduras en El otoño del patriarca y Carlos Fuentes con la novela publicada ese mismo año, Terra nostra, gana el Rómulo Gallegos en 1977.

En lo sucesivo, siguieron y siguen las publicaciones de estos autores, varios  obtienen nuevos galardones, aunque la ola mayor del “boom” ya había marcado huella y ahora estamos en el sueño de un nuevo grupo de éxito como el de las décadas del 60 y el 70 del siglo pasado.

jueves, 9 de febrero de 2012

CÉSAR VALLEJO

 
César Abraham Vallejo nace el 16 de marzo de 1892 en Santiago de Chuco, cerca de la cordillera de los Andes, en el norte del Perú.
En 1918 se traslada a Lima y traba amistad con Abraham Valdelomar. Completa su primer libro, Los Heraldos Negros. Colabora en la Revista Nueva Época, dirigida por José Carlos Mariátegui. En agosto de ese mismo año muere su madre en Santiago de Chuco. El poeta cae en una profunda crisis anímica y económica. En 1919, publica en La Prensa, Palabras sobre Abraham Valdelomar, a raíz de la muerte del fundador de Colónida. A mediados de ese mismo año lanza Los Heraldos Negros y escribe las primeras composiciones de Trilce.
En julio de 1920, estando en Santiago de Chuco, se involucra en incidentes violentos, cae preso y va detenido a la cárcel de Trujillo. Esta experiencia, junto con la muerte de su madre, lo marcará para el resto de su vida. En febrero de 1921 sale de la cárcel y viaja a Lima. Gana el primer premio en un concurso literario, con un cuento llamado Más allá de la vida y de la muerte. En octubre de 1922 publica Trilce, con prólogo de Antenor Orrego. En marzo de 1923, Escalas Melografiadas, y en mayo del mismo año, Fabla Salvaje. En junio parte hacia Francia, de donde no regresará. En 1924 pasa meses de miseria y su padre muere en Santiago de Chuco. Escribe algunos de los poemas de Poemas en Prosa; conoce a Vicente Huidobro, a Juan Gris y entabla profunda amistad con Juan Larrea. En 1925 trabaja para "Le bureau des Grands Journaux Iberoamericains". Inicia su colaboración en "Mundial" de Lima. En este mismo año viaja por primera vez a España, para cobrar el monto de una beca.
En 1926, junto con Juan Larrea, edita dos números de "Favorables París Poemas 1926" (1 de julio-11 de octubre). Vive con Henriette Maisse. Colabora en "Variedades", iniciando sus primeras crónicas. Conoce a Artaud y Waldo Frank. En 1927, renuncia a su puesto en los "Grandes Periódicos Iberoamericanos". Conoce a Georgette Philippart. En 1928 se encuentra seriamente abatido y enfermo por lo que se retira a pasar el verano al campo, en compañía de Henriette.
Estudia los fenómenos sociales y políticos de la época, desde un punto de vista marxista y en el mes de octubre realiza su primer viaje a la URSS, con la intención de quedarse allí definitivamente. Pero en noviembre se encuentra nuevamente en París y rompe relaciones con el APRA. En 1929 empieza a convivir con Georgette y viaja con ella a Bretagne y en setiembre del mismo año, nuevamente a la URSS, donde tiene una entrevista con Maiakovski. En 1930 publica Un reportaje en Rusia, en la revista madrileña "Bolívar". En julio, en Madrid, sus amigos concretan una reedición de Trilce, con prólogo de José Bergamín y poema liminar de Gerardo Diego.
César Vallejo comienza a escribir teatro y destruirá su primera obra: Mampar. No sucede lo mismo con la segunda, llamada primero Moscú contra Moscú y luego Entre las dos orillas corre el río.
Hacia fines de diciembre, Vallejo, sindicado como comunista, recibe orden de abandonar el territorio francés. Se va a España junto con Georgette. Abandona toda colaboración en los periódicos limeños. Y en el mes de abril de 1931, Vallejo presencia el nacimiento de la República e ingresa en el Partido Comunista de España. Escribe para la Editorial Cenit una novela de denuncia social, El Tungsteno. El reportaje Rusia en 1931, editado por la Editorial Ulises, tiene un gran éxito, pero no logra publicar su cuento infantil Paco Yunque. En octubre de ese mismo año realiza su tercer y último viaje a la URSS: allí compone versos que más tarde serán Dulzura por dulzura corazona!. Nuevamente en Madrid comienza otra obra teatral: Lock out.
En enero de 1932, le escribe a Juan Larrea: Comparto mi vida entre inquietud política y personal. En febrero del mismo año regresa a Francia clandestinamente, donde no pasa mucho tiempo antes de que consiga permiso para quedarse. En 1933 colabora en la Revista Germinal de París, con artículos sobre el tema ¿Qué pasa en el Perú? En octubre, Georgette vende el apartamento de la rue Moliére que había heredado de su madre. Desde ese momento, vivirán en hoteles y cuartos amueblados hasta que, en 1936, se instalan en el Hotel du Maine, que será la última residencia de César Vallejo.
En 1934, Vallejo, como autor de Trilce, es incluido por Federico de Onís en su Antología de la Poesía Española e Hispanoamericana. En octubre del mismo año se casa con Georgette. Prepara dos volúmenes críticos: El arte y la revolución y Contra el secreto profesional. El año 1935 se presenta como un año oscuro, consecuencia de intentos frustrados por editar un volumen que reuniera las prosas poéticas y los poemas escritos en 1923. En 1936, Vallejo colabora en la ayuda al pueblo español y con la causa republicana, estremecido por la tragedia que vive España. Escribe el poema París, octubre 1936. En diciembre viaja a Barcelona y a Madrid. Redacta artículos de los primeros meses de la guerra española.
En 1937, César Vallejo va a Valencia al Congreso de Escritores Antifascistas. Y entre setiembre y diciembre del mismo año revisa algunos de sus últimos versos y agrega la mayor parte de los textos que formarán Poemas Humanos y España, aparta de mí este cáliz, ambas obras publicadas después de su muerte.
En marzo de 1938, Vallejo enferma: Cualquiera sea la causa que tenga que defender ante Dios, más allá de la muerte, tengo un defensor: Dios. En la mañana del Viernes Santo, 15 de abril, muere pocas horas después de que las tropas franquistas alcanzaran el Mediterráneo, al norte de Valencia, dividiendo en dos lo que quedaba del territorio republicano. La obsesión de Vallejo por la guerra civil española estuvo presente hasta sus últimos días. Al respecto, André Coyné dirá: ...en la mañana del Viernes Santo de 1938, día 15 de abril, Vallejo muere en París; al amanecer ha llamado a su madre, además ha gritado "España, me voy a España" y luego, nada.

César Vallejo y las vanguardias

Vallejo nace cuando cierta forma de poesía está en proceso de decadencia, poesía que tiene sus últimas manifestaciones en el simbolismo en Francia, y en el modernismo, en el mundo hispánico. Si bien el poeta no va a inscribirse a ninguna escuela o corriente literaria de su época, no permanece ajeno a ellas. Entre 1892, año en que nace el poeta, y el fin de la primera Guerra Mundial -cuando aparecen Los Heraldos Negros- abundan las escuelas y movimientos que buscan una transformación tanto en la poesía como en el arte en general: ultraísmo, futurismo, dadaísmo, surrealismo, creacionismo. Hasta 1915, la obra de Vallejo presenta en la expresión y en su temática  signos de cierto romanticismo. Hacia fines de ese mismo año, cuando tiene sus primeros contactos con el grupo de escritores jóvenes de Trujillo, su producción comienza a tener claras marcas modernistas, que luego van desapareciendo para dar paso a su propia forma. El contacto con este grupo de escritores de Trujillo, cuyo promotor intelectual era Antenor Orrego, va a ser decisivo en cuanto a su camino literario.
El Modernismo llega al Perú una generación después, con el movimiento Colónida y José María Eguren. Un poema de César Vallejo titulado Campanas Muertas, publicado por La Reforma de Trujillo el 13 de noviembre de 1915, es representativo de las marcas modernistas y más concretamente herrerianas:
Tristes campanas muertas sepultadas
en el féretro gris del campanario,
son como almas de bardos, olvidadas
en un trágico sueño solitario.
Abstraídas, silentes, enlutadas,
cual sombras de un martirio visionario,
por los rayos del níspero doradas
son lágrimas que llora el campanario.
En los tibios crepúsculos de estío
parece que surgieran suspendidas
del muro en ruinas de mi pecho frío.
Junto a mi corazón que mudo y yerto
sangrando el carmesí de sus heridas
como esos tristes bronces, yace muerto!


El dolor como experiencia del mundo objetivo

Parece que la vida sigue empecinada a herirme. Esta carta la escribo desde el Hospital de la Charita Sala Boyer, cama 22, desde donde acabo de ser operado de una hemorragia intestinal. He sufrido veinte días horribles de dolores físicos y abatimientos espirituales increíbles. Hay, Pablo, en la vida horas amargas, de una negrura negra y cerrada a todo consuelo. Hay horas más, acaso, mucho más siniestras y tremendas que la propia tumba. Yo no las he conocido antes. Este hospital me las ha presentado y no las olvidaré.” (Carta de César Vallejo a Pablo Abril - octubre 19 de 1924).
El dolor es en César Vallejo una apertura a la existencia, una forma de conocimiento, que en vez de provocar un repliegue del sujeto sobre sí mismo, una vuelta sobre su universo personal, crea la apertura, es experiencia de la objetividad pero que tiene su base en el cuerpo humano. El hombre vallejiano se define por su capacidad de sufrir, y es a través del cuerpo y por el sufrimiento que el hombre tiene una revelación de su materialidad esencial. Es importante tener en cuenta que en Vallejo hay una particular relación con la dialéctica, que tiene de la misma manera como consecuencia una particular relación con el lenguaje. La dialéctica vuelve lúcida la angustia: al tiempo que descubre en la dinámica de los contrarios una ley que le permite entender el mundo, el poeta encuentra otra que lo borra del mundo. Pensar por el mundo en sus contradicciones no solo es difícil sino tremendamente doloroso en la medida en que para Vallejo pensar dialécticamente es antes que nada, "vivir su propia muerte", más allá de la experiencia personal.
El mundo, antes que nada, es el cuerpo: El cuerpo solidario, la cosa cosa, la cosa tremebunda. Esa conciencia material, este conocimiento extrapoético se inserta en una estructura verbal específica y sujeto a una funcionalidad poética. La materialidad del ser, la conciencia de lo corpóreo a través del sufrimiento, cobra fuerza en Vallejo por medio de la repetición de términos. El procedimiento anafórico que surge de la obsesión del hombre que sufre, juega un papel unificador que se intensifica a lo largo de toda su obra, siendo la anáfora uno de los ejes fundamentales de su poesía. Procedimiento ya presente en Trilce y en algunos poemas de Poemas en Prosa, se generaliza y se intensifica en Poemas Humanos.

Y, desgraciadamente,
el dolor crece en el mundo a cada rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,
y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces
y la condición del martirio, carnívora, voraz
es el dolor dos veces
y la función de la yerba purísima, el dolor
dos veces,
y el bien de ser, dolernos doblemente…


DOS EJEMPLOS DE SU POESÍA

PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA BLANCA

Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos... 


ME VIENE, HAY DÍAS, UNA GANA UBÉRRIMA, POLÍTICA…


Me viene, hay días, una gana ubérrima, política,
de querer, de besar al cariño en sus dos rostros,
y me viene de lejos un querer
demostrativo, otro querer amar, de grado o fuerza,
al que me odia, al que rasga su papel, al muchachito,
a la que llora por el que lloraba,
al rey del vino, al esclavo del agua,
al que ocultóse en su ira,
al que suda, al que pasa, al que sacude su persona en mi alma.
Y quiero, por lo tanto, acomodarle
al que me habla, su trenza; sus cabellos, al soldado;
su luz, al grande; su grandeza, al chico.
Quiero planchar directamente
un pañuelo al que no puede llorar
y, cuando estoy triste o me duele la dicha,
remedar a los niños y a los genios.
Quiero ayudar al bueno a ser un poquillo de malo
y me urge estar sentado
a la diestra del zurdo, y responder al mudo,
tratando de serle útil en
lo que puedo y también quiero muchísimo
lavarle al cojo el pie,
y ayudarle a dormir al tuerto próximo.
¡Ah, querer, éste, el mío, éste, el mundial,
interhumano y parroquial, provecto!
Me viene a pelo,
desde el cimiento, desde la ingle púbica,
y, viniendo de lejos, da ganas de besarle
la bufanda al cantor,
y al que sufre, besarle en su sartén,
al sordo, en su rumor craneano, impávido
al que me da lo que olvidé en mi seno,
en su Dante, en su Chaplin, en sus hombros.  
Quiero, para terminar,
cuando estoy al borde célebre de la violencia    
o lleno de pecho el corazón, querría
ayudar a reír al que sonríe,
ponerle un pajarillo al malvado en plena nuca,
cuidar a los enfermos enfadándolos,
comprarle al vendedor,
ayudarle a matar al matador -cosa terrible-
y quisiera yo ser bueno conmigo
en todo.