César Abraham Vallejo nace el 16 de marzo de 1892 en Santiago de Chuco, cerca de la cordillera de los Andes, en el norte del Perú.
En 1918 se traslada a Lima y traba amistad con Abraham Valdelomar. Completa su primer libro, Los Heraldos Negros. Colabora en la Revista Nueva Época, dirigida por José Carlos Mariátegui. En agosto de ese mismo año muere su madre en Santiago de Chuco. El poeta cae en una profunda crisis anímica y económica. En 1919, publica en La Prensa, Palabras sobre Abraham Valdelomar, a raíz de la muerte del fundador de Colónida. A mediados de ese mismo año lanza Los Heraldos Negros y escribe las primeras composiciones de Trilce. En julio de 1920, estando en Santiago de Chuco, se involucra en incidentes violentos, cae preso y va detenido a la cárcel de Trujillo. Esta experiencia, junto con la muerte de su madre, lo marcará para el resto de su vida. En febrero de 1921 sale de la cárcel y viaja a Lima. Gana el primer premio en un concurso literario, con un cuento llamado Más allá de la vida y de la muerte. En octubre de 1922 publica Trilce, con prólogo de Antenor Orrego. En marzo de 1923, Escalas Melografiadas, y en mayo del mismo año, Fabla Salvaje. En junio parte hacia Francia, de donde no regresará. En 1924 pasa meses de miseria y su padre muere en Santiago de Chuco. Escribe algunos de los poemas de Poemas en Prosa; conoce a Vicente Huidobro, a Juan Gris y entabla profunda amistad con Juan Larrea. En 1925 trabaja para "Le bureau des Grands Journaux Iberoamericains". Inicia su colaboración en "Mundial" de Lima. En este mismo año viaja por primera vez a España, para cobrar el monto de una beca.
En 1926, junto con Juan Larrea, edita dos números de "Favorables París Poemas 1926" (1 de julio-11 de octubre). Vive con Henriette Maisse. Colabora en "Variedades", iniciando sus primeras crónicas. Conoce a Artaud y Waldo Frank. En 1927, renuncia a su puesto en los "Grandes Periódicos Iberoamericanos". Conoce a Georgette Philippart. En 1928 se encuentra seriamente abatido y enfermo por lo que se retira a pasar el verano al campo, en compañía de Henriette.
Estudia los fenómenos sociales y políticos de la época, desde un punto de vista marxista y en el mes de octubre realiza su primer viaje a la URSS, con la intención de quedarse allí definitivamente. Pero en noviembre se encuentra nuevamente en París y rompe relaciones con el APRA. En 1929 empieza a convivir con Georgette y viaja con ella a Bretagne y en setiembre del mismo año, nuevamente a la URSS, donde tiene una entrevista con Maiakovski. En 1930 publica Un reportaje en Rusia, en la revista madrileña "Bolívar". En julio, en Madrid, sus amigos concretan una reedición de Trilce, con prólogo de José Bergamín y poema liminar de Gerardo Diego.
César Vallejo comienza a escribir teatro y destruirá su primera obra: Mampar. No sucede lo mismo con la segunda, llamada primero Moscú contra Moscú y luego Entre las dos orillas corre el río.
Hacia fines de diciembre, Vallejo, sindicado como comunista, recibe orden de abandonar el territorio francés. Se va a España junto con Georgette. Abandona toda colaboración en los periódicos limeños. Y en el mes de abril de 1931, Vallejo presencia el nacimiento de la República e ingresa en el Partido Comunista de España. Escribe para la Editorial Cenit una novela de denuncia social, El Tungsteno. El reportaje Rusia en 1931, editado por la Editorial Ulises, tiene un gran éxito, pero no logra publicar su cuento infantil Paco Yunque. En octubre de ese mismo año realiza su tercer y último viaje a la URSS: allí compone versos que más tarde serán Dulzura por dulzura corazona!. Nuevamente en Madrid comienza otra obra teatral: Lock out. En enero de 1932, le escribe a Juan Larrea: Comparto mi vida entre inquietud política y personal. En febrero del mismo año regresa a Francia clandestinamente, donde no pasa mucho tiempo antes de que consiga permiso para quedarse. En 1933 colabora en la Revista Germinal de París, con artículos sobre el tema ¿Qué pasa en el Perú? En octubre, Georgette vende el apartamento de la rue Moliére que había heredado de su madre. Desde ese momento, vivirán en hoteles y cuartos amueblados hasta que, en 1936, se instalan en el Hotel du Maine, que será la última residencia de César Vallejo. En 1934, Vallejo, como autor de Trilce, es incluido por Federico de Onís en su Antología de la Poesía Española e Hispanoamericana. En octubre del mismo año se casa con Georgette. Prepara dos volúmenes críticos: El arte y la revolución y Contra el secreto profesional. El año 1935 se presenta como un año oscuro, consecuencia de intentos frustrados por editar un volumen que reuniera las prosas poéticas y los poemas escritos en 1923. En 1936, Vallejo colabora en la ayuda al pueblo español y con la causa republicana, estremecido por la tragedia que vive España. Escribe el poema París, octubre 1936. En diciembre viaja a Barcelona y a Madrid. Redacta artículos de los primeros meses de la guerra española.
En 1937, César Vallejo va a Valencia al Congreso de Escritores Antifascistas. Y entre setiembre y diciembre del mismo año revisa algunos de sus últimos versos y agrega la mayor parte de los textos que formarán Poemas Humanos y España, aparta de mí este cáliz, ambas obras publicadas después de su muerte.
En marzo de 1938, Vallejo enferma: Cualquiera sea la causa que tenga que defender ante Dios, más allá de la muerte, tengo un defensor: Dios. En la mañana del Viernes Santo, 15 de abril, muere pocas horas después de que las tropas franquistas alcanzaran el Mediterráneo, al norte de Valencia, dividiendo en dos lo que quedaba del territorio republicano. La obsesión de Vallejo por la guerra civil española estuvo presente hasta sus últimos días. Al respecto, André Coyné dirá: ...en la mañana del Viernes Santo de 1938, día 15 de abril, Vallejo muere en París; al amanecer ha llamado a su madre, además ha gritado "España, me voy a España" y luego, nada.
César Vallejo y las vanguardias
Vallejo nace cuando cierta forma de poesía está en proceso de decadencia, poesía que tiene sus últimas manifestaciones en el simbolismo en Francia, y en el modernismo, en el mundo hispánico. Si bien el poeta no va a inscribirse a ninguna escuela o corriente literaria de su época, no permanece ajeno a ellas. Entre 1892, año en que nace el poeta, y el fin de la primera Guerra Mundial -cuando aparecen Los Heraldos Negros- abundan las escuelas y movimientos que buscan una transformación tanto en la poesía como en el arte en general: ultraísmo, futurismo, dadaísmo, surrealismo, creacionismo. Hasta 1915, la obra de Vallejo presenta en la expresión y en su temática signos de cierto romanticismo. Hacia fines de ese mismo año, cuando tiene sus primeros contactos con el grupo de escritores jóvenes de Trujillo, su producción comienza a tener claras marcas modernistas, que luego van desapareciendo para dar paso a su propia forma. El contacto con este grupo de escritores de Trujillo, cuyo promotor intelectual era Antenor Orrego, va a ser decisivo en cuanto a su camino literario.
El Modernismo llega al Perú una generación después, con el movimiento Colónida y José María Eguren. Un poema de César Vallejo titulado Campanas Muertas, publicado por La Reforma de Trujillo el 13 de noviembre de 1915, es representativo de las marcas modernistas y más concretamente herrerianas: Tristes campanas muertas sepultadas
en el féretro gris del campanario,
son como almas de bardos, olvidadas
en un trágico sueño solitario.
Abstraídas, silentes, enlutadas,
cual sombras de un martirio visionario,
por los rayos del níspero doradas
son lágrimas que llora el campanario.
En los tibios crepúsculos de estío
parece que surgieran suspendidas
del muro en ruinas de mi pecho frío.
Junto a mi corazón que mudo y yerto
sangrando el carmesí de sus heridas
como esos tristes bronces, yace muerto!
El dolor como experiencia del mundo objetivo
“Parece que la vida sigue empecinada a herirme. Esta carta la escribo desde el Hospital de la Charita Sala Boyer, cama 22, desde donde acabo de ser operado de una hemorragia intestinal. He sufrido veinte días horribles de dolores físicos y abatimientos espirituales increíbles. Hay, Pablo, en la vida horas amargas, de una negrura negra y cerrada a todo consuelo. Hay horas más, acaso, mucho más siniestras y tremendas que la propia tumba. Yo no las he conocido antes. Este hospital me las ha presentado y no las olvidaré.” (Carta de César Vallejo a Pablo Abril - octubre 19 de 1924). El dolor es en César Vallejo una apertura a la existencia, una forma de conocimiento, que en vez de provocar un repliegue del sujeto sobre sí mismo, una vuelta sobre su universo personal, crea la apertura, es experiencia de la objetividad pero que tiene su base en el cuerpo humano. El hombre vallejiano se define por su capacidad de sufrir, y es a través del cuerpo y por el sufrimiento que el hombre tiene una revelación de su materialidad esencial. Es importante tener en cuenta que en Vallejo hay una particular relación con la dialéctica, que tiene de la misma manera como consecuencia una particular relación con el lenguaje. La dialéctica vuelve lúcida la angustia: al tiempo que descubre en la dinámica de los contrarios una ley que le permite entender el mundo, el poeta encuentra otra que lo borra del mundo. Pensar por el mundo en sus contradicciones no solo es difícil sino tremendamente doloroso en la medida en que para Vallejo pensar dialécticamente es antes que nada, "vivir su propia muerte", más allá de la experiencia personal.
El mundo, antes que nada, es el cuerpo: El cuerpo solidario, la cosa cosa, la cosa tremebunda. Esa conciencia material, este conocimiento extrapoético se inserta en una estructura verbal específica y sujeto a una funcionalidad poética. La materialidad del ser, la conciencia de lo corpóreo a través del sufrimiento, cobra fuerza en Vallejo por medio de la repetición de términos. El procedimiento anafórico que surge de la obsesión del hombre que sufre, juega un papel unificador que se intensifica a lo largo de toda su obra, siendo la anáfora uno de los ejes fundamentales de su poesía. Procedimiento ya presente en Trilce y en algunos poemas de Poemas en Prosa, se generaliza y se intensifica en Poemas Humanos.
Y, desgraciadamente,
el dolor crece en el mundo a cada rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,
y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces
y la condición del martirio, carnívora, voraz
es el dolor dos veces
y la función de la yerba purísima, el dolor
dos veces,
y el bien de ser, dolernos doblemente…
DOS EJEMPLOS DE SU POESÍA
PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA BLANCA
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...
ME VIENE, HAY DÍAS, UNA GANA UBÉRRIMA, POLÍTICA…
Me viene, hay días, una gana ubérrima, política,
de querer, de besar al cariño en sus dos rostros,
y me viene de lejos un querer
demostrativo, otro querer amar, de grado o fuerza,
al que me odia, al que rasga su papel, al muchachito,
a la que llora por el que lloraba,
al rey del vino, al esclavo del agua,
al que ocultóse en su ira,
al que suda, al que pasa, al que sacude su persona en mi alma.
Y quiero, por lo tanto, acomodarle
al que me habla, su trenza; sus cabellos, al soldado;
su luz, al grande; su grandeza, al chico.
Quiero planchar directamente
un pañuelo al que no puede llorar
y, cuando estoy triste o me duele la dicha,
remedar a los niños y a los genios.
Quiero ayudar al bueno a ser un poquillo de malo
y me urge estar sentado
a la diestra del zurdo, y responder al mudo,
tratando de serle útil en
lo que puedo y también quiero muchísimo
lavarle al cojo el pie,
y ayudarle a dormir al tuerto próximo.
¡Ah, querer, éste, el mío, éste, el mundial,
interhumano y parroquial, provecto!
Me viene a pelo,
desde el cimiento, desde la ingle púbica,
y, viniendo de lejos, da ganas de besarle
la bufanda al cantor,
y al que sufre, besarle en su sartén,
al sordo, en su rumor craneano, impávido
al que me da lo que olvidé en mi seno,
en su Dante, en su Chaplin, en sus hombros.
Quiero, para terminar,
cuando estoy al borde célebre de la violencia
o lleno de pecho el corazón, querría
ayudar a reír al que sonríe,
ponerle un pajarillo al malvado en plena nuca,
cuidar a los enfermos enfadándolos,
comprarle al vendedor,
ayudarle a matar al matador -cosa terrible-
y quisiera yo ser bueno conmigo
en todo.