viernes, 28 de diciembre de 2012

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ


Gabriel José García Márquez  nació en Aracataca (Colombia) en 1928. Cursó estudios secundarios en San José a partir de 1940 y finalizó su bachillerato en el Colegio Liceo de Zipaquirá, el 12 de diciembre de 1946. Se matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Cartagena el 25 de febrero de 1947, aunque sin mostrar excesivo interés por los estudios. Su amistad con el médico y escritor Manuel Zapata Olivella le permitió acceder al periodismo. Inmediatamente después del "Bogotazo" (el asesinato del dirigente liberal Jorge Eliécer Gaitán en Bogotá, las posteriores manifestaciones y la brutal represión de las mismas), comenzaron sus colaboraciones en el periódico liberal El Universal, que había sido fundado el mes de marzo de ese mismo año por Domingo López Escauriaza. 

 Había comenzado su carrera profesional trabajando desde joven para periódicos locales; más tarde residiría en Francia, México y España. En Italia  fue alumno del Centro Experimental de Cinematografía. Durante su estancia en Sucre (a donde había acudido por motivos de salud), entró en contacto con el grupo de intelectuales de Barranquilla, entre los que se contaba Ramón Vinyes, ex propietario de una librería que habría de tener una notable influencia en la vida intelectual de los años 1910-20, y a quien se le conocía con el apodo de "el Catalán" -el mismo que aparecerá en las últimas páginas de la obra más célebre del escritor, Cien años de soledad (1967). Desde 1953 colabora en el periódico de Barranquilla El nacional: sus columnas revelan una constante preocupación expresiva y una acendrada vocación de estilo que refleja, como él mismo confesará, la influencia de las greguerías de Ramón Gómez de la Serna. Su carrera de escritor comenzará con una novela breve, que evidencia la fuerte influencia del escritor norteamericano William Faulkner: La hojarasca (1955). La acción transcurre entre 1903 y 1928 (fecha del nacimiento del autor) en Macondo, mítico y legendario pueblo creado por García Márquez. Tres personajes, representantes de tres generaciones distintas, desatan -cada uno por su cuenta- un monólogo interior centrado en la muerte de un médico que acaba de suicidarse. En el relato aparece la premonitoria figura de un viejo coronel, y "la hojarasca" es el símbolo de la compañía bananera, elementos ambos que serían retomados por el autor en obras sucesivas.

 En 1961 publicó El coronel no tiene quien le escriba, relato en que aparecen ya  los temas recurrentes de la lluvia incesante, el coronel abandonado a una soledad devastadora, apenas si compartida por su mujer, un gallo, el recuerdo de un hijo muerto, la añoranza de batallas pasadas y... la miseria. El estilo lacónico, áspero y breve, produce unos resultados sumamente eficaces. En 1962 reúne algunos de sus cuentos -ocho en total- bajo el título de Los funerales de Mamá Grande y publica su novela La mala hora.

 Pero toda la obra anterior a Cien años de soledad es sólo un acercamiento al proyecto global y mucho más ambicioso que constituirá justamente esa gran novela. En efecto, muchos de los elementos de sus relatos cobran un interés inusitado  al ser integrados en Cien años de soledad. En ella, Márquez edifica y da vida al pueblo mítico de Macondo (y la legendaria estirpe de los Buendía): un territorio imaginario donde lo inverosímil y mágico no es menos real que lo cotidiano y lógico; este es el postulado básico de lo que después sería conocido como realismo mágico. Se ha dicho muchas veces que, en el fondo, se trata de una gran saga americana. Macondo podría representar a cualquier pueblo, o mejor, a toda Hispanoamérica: a través de la narración, asistimos a su fundación, a su desarrollo, a la explotación bananera norteamericana, a las revoluciones, a las contrarrevoluciones... En suma, una síntesis novelada de la historia de las tierras latinoamericanas. En un plano aún más amplio puede verse como una parábola de cualquier civilización, de su nacimiento a su ocaso.

Tras este libro, el autor publicó la que, en sus propias palabras, constituiría su novela preferida: El otoño del patriarca (1975), una historia turbia y cargada de tintes visionarios acerca del absurdo periplo de un dictador solitario y grotesco. Algo más tarde,  publicaría los cuentos La increíble historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1977), y Crónica de una muerte anunciada (1981), novela breve basada en un suceso real de amor y venganza que adquiere dimensiones de leyenda, gracias a un desarrollo narrativo de una precisión y una intensidad insuperables. Su siguiente gran obra, El amor en los tiempos del cólera, se publicó en 1987: se trata de una historia de amor que atraviesa los tiempos y las edades, retomando el estilo mítico y maravilloso. Una originalísima y gran novela de amor, que revela un profundo conocimiento del corazón humano. Pero es mucho más que eso, debido a la multitud de episodios que se entretejen con la historia central, y en los que brilla hasta lo increíble la imaginación del autor.

 

En 1982 le había sido concedido, no menos que merecidamente, el Premio Nóbel de Literatura. Una vez concluida su anterior novela, vuelve al reportaje con Miguel Littin, clandestino en Chile (1986), escribe un texto teatral, Diatriba de amor para un hombre sentado (1987), y recupera el tema del dictador latinoamericano en El general en su laberinto (1989), e incluso agrupa algunos relatos desperdigados bajo el título Doce cuentos peregrinos (1992). Nuevamente, en sus últimas obras, podemos apreciar la conjunción de la novela amorosa y sentimental con el reportaje: así en Del amor y otros demonios (1994) y Noticia de un secuestro (1997). Ha publicado también libros de crónicas, guiones cinematográficos y varios volúmenes de recopilación de sus artículos periodísticos: Textos costeños, Entre cachacos, Europa y América y Notas de prensa.

 Recientemente, la editorial Alfaguara ha publicado una completa biografía de Gabriel García Márquez, Viaje a la semilla, de Dasso Saldívar. Finalmente, a quien le interese la voz directa de García Márquez, podrá consultar el libro de entrevistas El olor de la papaya (1982). O, mejor aún, los sucesivos tomos que constituirían la extensa autobiografía del autor, Vivir para contarlo, cuyo ejercicio, según el propio García Márquez constituye, básicamente, una garantía para mantener "el brazo caliente" entre dos  novelas.

 
REFERENCIA ARGUMENTAL DE ALGUNAS NOVELAS

 
 Crónica de una Muerte Anunciada

Esta novela trata de la inesperada muerte de Santiago Nassar. A pesar de que la novela empieza con el "final", o sea, revelándonos la muerte del protagonista, surgen otras inquietudes que dejan al lector preguntándose y hasta "metiéndose" en la novela.

 

Cien Años de Soledad

Novela que, por su singularidad en la presentación de mundos narrativos excepcionales, hizo que se le concediera a Gabriel García Márquez el Premio Nóbel en 1982.

Cien Años de Soledad es un ejemplo de los modos de vida propios de los  pueblos latinoamericanos, además de otros temas de profundidad, mezclados con ficción, hipérboles y aquel realismo mágico característico del autor.  El argumento pareciera sencillo: las diferentes vicisitudes de la familia Buendía en un pueblo inventado llamado Macondo. La soledad, como un factor decisivo en la trama de la novela, envuelve a los personajes en sentimientos de culpa y ruptura de comunicación  generados por las relaciones sexuales incestuosas. Aunque en el desenvolvimiento narrativo la culpa se produce en el ámbito del incesto,  en un nivel más amplio arrastra la ideología propia del pecado original ligada a prohibiciones, castración psíquica y castigo.  

 El  Amor en los Tiempos del Cólera

Escrita en 1986. Cuenta la historia de Florentino Ariza y Fermina Daza, una trama sentimental sobre cómo Florentino Ariza, amante repudiado por su primera novia, sufre las consecuencias del amor en los tiempos del cólera. Una lista larga de personajes aparece en las vidas de éstos manteniendo al lector en constante expectación.

 El Coronel no tiene Quien le escriba

Según García Márquez, esta novela surgió de la visión de un hombre esperando el correo en un pequeño pueblo y que después fue la misma espera y desesperación que tuvo que pasar en París. Pequeña obra maestra, la novela cuenta la historia de un coronel retirado que espera ansiosamente una carta que contiene su pensión, mientras ve cómo se pierde en la miseria. Es entretenida y crea en el lector en algunos casos enojo por el ingenuo coronel y por la injusticia que éste padece.

 Relato de un Náufrago

Publicado en 1970, es la recopilación de reportajes aparecidos en El Espectador en 1955, los cuales pueden leerse como una apasionante novela. Cuenta la historia verídica de Luis Alejandro Velasco, quien quedó varado en el mar 10 días hasta ser salvado por los habitantes de una aldea cercana al mar. La publicación de este reportaje crea revuelo en Colombia al comprobarse que la embarcación llevaba contrabando de Estados Unidos a Colombia.

 Del Amor y Otros Demonios

Ambientada en el siglo XVIII, en la costa tropical de la Colombia colonial, esta novela trágica cuenta la historia de Sierva María y el sacerdote Cayetano Delaura, cuyos castos amoríos los conducen a la destrucción.
 

CIEN AÑOS DE SOLEDAD

(FRAGMENTOS)

I

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo.

II

A los niños no les interesó la noticia. Estaban obstinados en que su padre los llevara a conocer la portentosa novedad de los sabios de Memphis, anunciada a la entrada de una tienda que, según decían, perteneció al rey Salomón. Tanto insistieron, que José Arcadio Buendía pagó los treinta reales  y los condujo hasta el centro de la carpa, donde había un gigante de torso peludo y cabeza rapada, con un anillo de cobre en la nariz y una pesada cadena de hierro en el tobillo, custodiando un cofre de pirata. Al ser destapado por el gigante, el cofre dejó escapar un aliento glacial. Dentro solo había un enorme bloque transparente, con infinitas agujas internas en las cuales se despedazaba en estrellas de colores la calidad del crepúsculo. Desconcertado, sabiendo que los niños esperaban una explicación inmediata, José Arcadio Buendía se atrevió a murmurar:

- Es el diamante más grande del mundo.

No- corrigió el gitano-. Es hielo.

José Arcadio Buendía, sin entender, extendió la mano hacia el témpano, pero el gigante se la apartó. “Cinco reales más para tocarlos”, dijo. José Arcadio Buendía los pagó y entonces puso la mano sobre el hielo y la mantuvo puesta por varios minutos, mientras el corazón se le hinchaba de temor y de júbilo al contacto del misterio. Sin saber qué decir, pagó otros diez reales para que sus hijos vivieran la prodigiosa experiencia. El pequeño José Arcadio se negó a tocarlo. Aureliano, en cambio, dio un paso hacia delante, puso la mano y la retiró en el acto. “Está hirviendo”, exclamó asustado. Pero su padre no le prestó atención. Embriagado por la evidencia del prodigio, en aquel momento se olvidó de la frustración de sus empresas delirantes y del cuerpo de Melquíades abandonado al apetito de los calamares. Pagó otros cinco reales, y con la mano puesta en el témpano, como expresando un testimonio sobre el texto sagrado, exclamó:

- Este es el gran invento de nuestro tiempo.

III

Un domingo, a las seis de la tarde, Amaranta Úrsula sintió los apremios del parto. La sonriente comadrona de las muchachitas que se acostaban por hambre la hizo subir en la mesa del comedor, se le acaballó en el vientre, y la maltrató con galopes cerriles hasta que sus gritos fueron acallados por los berridos de un varón formidable. A través de las lágrimas, Amaranta Úrsula vio que era un Buendía de los grandes, macizo y voluntarioso como los José Arcadio, con los ojos abiertos y clarividentes de los Aurelianos, y predispuesto para empezar la estirpe ora vez por el principio y purificarla de sus vicios perniciosos y su vocación solitaria, porque era el único en un siglo que había sido engendrado con amor.

-          Es todo un antropófago –dijo-. Se llamará Rodrigo.

-          No – la contradijo su marido-. Se llamará Aureliano y ganará treinta y dos guerras.

Después de cortarle el ombligo, la comadrona se puso a quitarle con un trapo el ungüento azul que le cubría el cuerpo, alumbrada por Aureliano con una lámpara. Solo cuando lo voltearon boca abajo se dieron cuenta de que tenía algo más que el resto de los hombres, y se inclinaron para examinarlo. Era una cola de cerdo.

No se alarmaron. Aureliano y Amaranta Úrsula no conocían el precedente familiar, ni recordaban las pavorosas admoniciones de Úrsula, y la comadrona acabó de tranquilizarlos con la suposición de que aquella cola inútil podía cortarse cuando el niño mudara  los dientes. Luego no tuvieron ocasión de volver a pensar en eso, porque Amaranta Úrsula se desangraba en un manantial incontenible. Trataron de socorrerla con apósitos de telaraña y apelmazamientos de ceniza, pero era como querer cerrar un surtidor con las manos. En las primeras horas, ella hacía esfuerzos por conservar el buen humor. Le tomaba la mano al asustado Aureliano, y le suplicaba que no se preocupara, que la gente como ella no estaba hecha para morirse contra la voluntad, y se reventaba de risa con los recursos truculentos de la comadrona. Pero a medida que a Aureliano lo abandonaban las esperanzas, ella se iba haciendo menos visible, como si la estuvieran borrando de la luz, hasta que se hundió en el sopor. Al amanecer del lunes llevaron una mujer que rezó junto a su cama oraciones de cauterio, infalibles en hombres y animales, pero la sangre apasionada de Amaranta Úrsula era insensible a todo artificio distinto del amor. En la tarde, después de veinticuatro horas de desesperación, supieron que estaba muerta porque el caudal se agotó sin auxilios, y se le afiló el perfil, y los verdugones de la cara se le desvanecieron en una aurora de alabastro, y volvió a sonreír.

Aureliano no comprendió hasta entonces cuánto quería a sus amigos, cuánta falta le hacían y cuánto hubiera dado por estar con ellos en aquel momento. Puso al niño en la canastilla que su madre le había preparado, le tapó la cara al cadáver con una manta, y vagó sin rumbo por el pueblo desierto, buscando un desfiladero de regreso al pasado….

viernes, 10 de febrero de 2012

EL "BOOM" LITERARIO LATINOAMERICANO




A partir de 1960 ocurre en las letras hispánicas un fenómeno inusitado que se conoce como el “boom” narrativo latinoamericano, que abarca la aparición de un grupo numeroso de escritores jóvenes de nuestro continente. La "nueva novela" toma un papel importante tanto para América como para Europa.
Subversión novelística, trasgresión a la norma, rompimiento de lo establecido. Así se puede —entre otras muchas definiciones— definir el "boom" latinoamericano: no es un movimiento ni una escuela, es producto de la casualidad, una convergencia inesperada y sobre todo inusitada de jóvenes talentos que demostraron al mundo que Latinoamérica era capaz de crear cosas originales.
Se señalan como características comunes de los escritores del “boom”: la desintegración de las formas tradicionales de la novela, debido a que se tratan nuevas técnicas y el lector se convierte en un "lector cómplice" y dejará de ser el lector pasivo de antes; la simultaneidad del lenguaje, porque el autor utilizará un lenguaje variado para denotar las distintas clases sociales, diversidad de lugares y regiones; la novela como ficción total, como territorio imaginativo que totaliza la realidad en todos los planos. ( En esta parte ocurre una ruptura con la realidad circunstancial; los nuevos escritores emprenden la ruta hacia la imaginación creadora y el realismo mágico con la invención de lugares, nombres y personajes. Un gran ejemplo sería "Cien Años de Soledad").

 Se afirma que el ”boom” comenzó cuando el prestigioso Premio Biblioteca Breve de la Editorial Seix Barral fue a manos de un latinoamericano, Mario Vargas Llosa, por su novela La ciudad y los perros, en 1962. Aunque ésta apareció un poco después —debido a la censura en España de la época— de otra novela considerada del boom, La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes, se le toma en cuenta primero por su repercusión a nivel internacional (a raíz del premio, el marketing y las críticas de militares peruanos). Luego vendría Rayuela de Julio Cortázar en el 63.

1967 fue un año para recordar: Miguel Ángel Asturias, guatemalteco, obtendría el Premio Nóbel ese año; Vargas Llosa, el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos por La Casa Verde; Fuentes, el Biblioteca Breve por Cambio de piel; el cubano Guillermo Cabrera Infante publicaría -aunque con cortes por la censura franquista- Tres tristes tigres y, sobre todo, Gabriel García Márquez hizo pública una novela que había preparado toda su vida y por la cual había pasado las de Caín durante sus dieciocho meses de redacción: Cien años de soledad. La novela fue admirada unánimemente, Gabo alcanzó fama universal, sus libros anteriores -que no pasaban de la medianía, a pesar de que hay quienes adoran la novelita El coronel no tiene quien le escriba (1958)- fueron reeditados rápidamente y en 1982 obtuvo un merecido Premio Nóbel de Literatura (habría que sumar entre otras El otoño del patriarca y Crónica de una muerte anunciada a sus méritos cuando recibió el premio).
El boom seguía fuerte en 1970 cuando ya estaban en su candela de trampolín a la fama Juan Carlos Onetti (Juntacadáveres, 1964), Alejo Carpentier (El siglo de las luces, 1962), Jorge Luis Borges y Juan Rulfo. Ese año el chileno José Donoso presentó otro ejemplo de la enorme creatividad de estos lados con su ambiciosa novela El obsceno pájaro de la noche (por cierto, también ha escrito el único documento "desde adentro" sobre el boom: Historia personal del "boom").

En 1973, Vargas Llosa publica la estupenda Pantaleón y las Visitadoras, en 1974 el paraguayo Augusto Roa Bastos publica una novela capital sobre dictaduras latinoamericanas, Yo, el Supremo; en 1975 García Márquez también habla sobre dictaduras en El otoño del patriarca y Carlos Fuentes con la novela publicada ese mismo año, Terra nostra, gana el Rómulo Gallegos en 1977.

En lo sucesivo, siguieron y siguen las publicaciones de estos autores, varios  obtienen nuevos galardones, aunque la ola mayor del “boom” ya había marcado huella y ahora estamos en el sueño de un nuevo grupo de éxito como el de las décadas del 60 y el 70 del siglo pasado.

jueves, 9 de febrero de 2012

CÉSAR VALLEJO

 
César Abraham Vallejo nace el 16 de marzo de 1892 en Santiago de Chuco, cerca de la cordillera de los Andes, en el norte del Perú.
En 1918 se traslada a Lima y traba amistad con Abraham Valdelomar. Completa su primer libro, Los Heraldos Negros. Colabora en la Revista Nueva Época, dirigida por José Carlos Mariátegui. En agosto de ese mismo año muere su madre en Santiago de Chuco. El poeta cae en una profunda crisis anímica y económica. En 1919, publica en La Prensa, Palabras sobre Abraham Valdelomar, a raíz de la muerte del fundador de Colónida. A mediados de ese mismo año lanza Los Heraldos Negros y escribe las primeras composiciones de Trilce.
En julio de 1920, estando en Santiago de Chuco, se involucra en incidentes violentos, cae preso y va detenido a la cárcel de Trujillo. Esta experiencia, junto con la muerte de su madre, lo marcará para el resto de su vida. En febrero de 1921 sale de la cárcel y viaja a Lima. Gana el primer premio en un concurso literario, con un cuento llamado Más allá de la vida y de la muerte. En octubre de 1922 publica Trilce, con prólogo de Antenor Orrego. En marzo de 1923, Escalas Melografiadas, y en mayo del mismo año, Fabla Salvaje. En junio parte hacia Francia, de donde no regresará. En 1924 pasa meses de miseria y su padre muere en Santiago de Chuco. Escribe algunos de los poemas de Poemas en Prosa; conoce a Vicente Huidobro, a Juan Gris y entabla profunda amistad con Juan Larrea. En 1925 trabaja para "Le bureau des Grands Journaux Iberoamericains". Inicia su colaboración en "Mundial" de Lima. En este mismo año viaja por primera vez a España, para cobrar el monto de una beca.
En 1926, junto con Juan Larrea, edita dos números de "Favorables París Poemas 1926" (1 de julio-11 de octubre). Vive con Henriette Maisse. Colabora en "Variedades", iniciando sus primeras crónicas. Conoce a Artaud y Waldo Frank. En 1927, renuncia a su puesto en los "Grandes Periódicos Iberoamericanos". Conoce a Georgette Philippart. En 1928 se encuentra seriamente abatido y enfermo por lo que se retira a pasar el verano al campo, en compañía de Henriette.
Estudia los fenómenos sociales y políticos de la época, desde un punto de vista marxista y en el mes de octubre realiza su primer viaje a la URSS, con la intención de quedarse allí definitivamente. Pero en noviembre se encuentra nuevamente en París y rompe relaciones con el APRA. En 1929 empieza a convivir con Georgette y viaja con ella a Bretagne y en setiembre del mismo año, nuevamente a la URSS, donde tiene una entrevista con Maiakovski. En 1930 publica Un reportaje en Rusia, en la revista madrileña "Bolívar". En julio, en Madrid, sus amigos concretan una reedición de Trilce, con prólogo de José Bergamín y poema liminar de Gerardo Diego.
César Vallejo comienza a escribir teatro y destruirá su primera obra: Mampar. No sucede lo mismo con la segunda, llamada primero Moscú contra Moscú y luego Entre las dos orillas corre el río.
Hacia fines de diciembre, Vallejo, sindicado como comunista, recibe orden de abandonar el territorio francés. Se va a España junto con Georgette. Abandona toda colaboración en los periódicos limeños. Y en el mes de abril de 1931, Vallejo presencia el nacimiento de la República e ingresa en el Partido Comunista de España. Escribe para la Editorial Cenit una novela de denuncia social, El Tungsteno. El reportaje Rusia en 1931, editado por la Editorial Ulises, tiene un gran éxito, pero no logra publicar su cuento infantil Paco Yunque. En octubre de ese mismo año realiza su tercer y último viaje a la URSS: allí compone versos que más tarde serán Dulzura por dulzura corazona!. Nuevamente en Madrid comienza otra obra teatral: Lock out.
En enero de 1932, le escribe a Juan Larrea: Comparto mi vida entre inquietud política y personal. En febrero del mismo año regresa a Francia clandestinamente, donde no pasa mucho tiempo antes de que consiga permiso para quedarse. En 1933 colabora en la Revista Germinal de París, con artículos sobre el tema ¿Qué pasa en el Perú? En octubre, Georgette vende el apartamento de la rue Moliére que había heredado de su madre. Desde ese momento, vivirán en hoteles y cuartos amueblados hasta que, en 1936, se instalan en el Hotel du Maine, que será la última residencia de César Vallejo.
En 1934, Vallejo, como autor de Trilce, es incluido por Federico de Onís en su Antología de la Poesía Española e Hispanoamericana. En octubre del mismo año se casa con Georgette. Prepara dos volúmenes críticos: El arte y la revolución y Contra el secreto profesional. El año 1935 se presenta como un año oscuro, consecuencia de intentos frustrados por editar un volumen que reuniera las prosas poéticas y los poemas escritos en 1923. En 1936, Vallejo colabora en la ayuda al pueblo español y con la causa republicana, estremecido por la tragedia que vive España. Escribe el poema París, octubre 1936. En diciembre viaja a Barcelona y a Madrid. Redacta artículos de los primeros meses de la guerra española.
En 1937, César Vallejo va a Valencia al Congreso de Escritores Antifascistas. Y entre setiembre y diciembre del mismo año revisa algunos de sus últimos versos y agrega la mayor parte de los textos que formarán Poemas Humanos y España, aparta de mí este cáliz, ambas obras publicadas después de su muerte.
En marzo de 1938, Vallejo enferma: Cualquiera sea la causa que tenga que defender ante Dios, más allá de la muerte, tengo un defensor: Dios. En la mañana del Viernes Santo, 15 de abril, muere pocas horas después de que las tropas franquistas alcanzaran el Mediterráneo, al norte de Valencia, dividiendo en dos lo que quedaba del territorio republicano. La obsesión de Vallejo por la guerra civil española estuvo presente hasta sus últimos días. Al respecto, André Coyné dirá: ...en la mañana del Viernes Santo de 1938, día 15 de abril, Vallejo muere en París; al amanecer ha llamado a su madre, además ha gritado "España, me voy a España" y luego, nada.

César Vallejo y las vanguardias

Vallejo nace cuando cierta forma de poesía está en proceso de decadencia, poesía que tiene sus últimas manifestaciones en el simbolismo en Francia, y en el modernismo, en el mundo hispánico. Si bien el poeta no va a inscribirse a ninguna escuela o corriente literaria de su época, no permanece ajeno a ellas. Entre 1892, año en que nace el poeta, y el fin de la primera Guerra Mundial -cuando aparecen Los Heraldos Negros- abundan las escuelas y movimientos que buscan una transformación tanto en la poesía como en el arte en general: ultraísmo, futurismo, dadaísmo, surrealismo, creacionismo. Hasta 1915, la obra de Vallejo presenta en la expresión y en su temática  signos de cierto romanticismo. Hacia fines de ese mismo año, cuando tiene sus primeros contactos con el grupo de escritores jóvenes de Trujillo, su producción comienza a tener claras marcas modernistas, que luego van desapareciendo para dar paso a su propia forma. El contacto con este grupo de escritores de Trujillo, cuyo promotor intelectual era Antenor Orrego, va a ser decisivo en cuanto a su camino literario.
El Modernismo llega al Perú una generación después, con el movimiento Colónida y José María Eguren. Un poema de César Vallejo titulado Campanas Muertas, publicado por La Reforma de Trujillo el 13 de noviembre de 1915, es representativo de las marcas modernistas y más concretamente herrerianas:
Tristes campanas muertas sepultadas
en el féretro gris del campanario,
son como almas de bardos, olvidadas
en un trágico sueño solitario.
Abstraídas, silentes, enlutadas,
cual sombras de un martirio visionario,
por los rayos del níspero doradas
son lágrimas que llora el campanario.
En los tibios crepúsculos de estío
parece que surgieran suspendidas
del muro en ruinas de mi pecho frío.
Junto a mi corazón que mudo y yerto
sangrando el carmesí de sus heridas
como esos tristes bronces, yace muerto!


El dolor como experiencia del mundo objetivo

Parece que la vida sigue empecinada a herirme. Esta carta la escribo desde el Hospital de la Charita Sala Boyer, cama 22, desde donde acabo de ser operado de una hemorragia intestinal. He sufrido veinte días horribles de dolores físicos y abatimientos espirituales increíbles. Hay, Pablo, en la vida horas amargas, de una negrura negra y cerrada a todo consuelo. Hay horas más, acaso, mucho más siniestras y tremendas que la propia tumba. Yo no las he conocido antes. Este hospital me las ha presentado y no las olvidaré.” (Carta de César Vallejo a Pablo Abril - octubre 19 de 1924).
El dolor es en César Vallejo una apertura a la existencia, una forma de conocimiento, que en vez de provocar un repliegue del sujeto sobre sí mismo, una vuelta sobre su universo personal, crea la apertura, es experiencia de la objetividad pero que tiene su base en el cuerpo humano. El hombre vallejiano se define por su capacidad de sufrir, y es a través del cuerpo y por el sufrimiento que el hombre tiene una revelación de su materialidad esencial. Es importante tener en cuenta que en Vallejo hay una particular relación con la dialéctica, que tiene de la misma manera como consecuencia una particular relación con el lenguaje. La dialéctica vuelve lúcida la angustia: al tiempo que descubre en la dinámica de los contrarios una ley que le permite entender el mundo, el poeta encuentra otra que lo borra del mundo. Pensar por el mundo en sus contradicciones no solo es difícil sino tremendamente doloroso en la medida en que para Vallejo pensar dialécticamente es antes que nada, "vivir su propia muerte", más allá de la experiencia personal.
El mundo, antes que nada, es el cuerpo: El cuerpo solidario, la cosa cosa, la cosa tremebunda. Esa conciencia material, este conocimiento extrapoético se inserta en una estructura verbal específica y sujeto a una funcionalidad poética. La materialidad del ser, la conciencia de lo corpóreo a través del sufrimiento, cobra fuerza en Vallejo por medio de la repetición de términos. El procedimiento anafórico que surge de la obsesión del hombre que sufre, juega un papel unificador que se intensifica a lo largo de toda su obra, siendo la anáfora uno de los ejes fundamentales de su poesía. Procedimiento ya presente en Trilce y en algunos poemas de Poemas en Prosa, se generaliza y se intensifica en Poemas Humanos.

Y, desgraciadamente,
el dolor crece en el mundo a cada rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,
y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces
y la condición del martirio, carnívora, voraz
es el dolor dos veces
y la función de la yerba purísima, el dolor
dos veces,
y el bien de ser, dolernos doblemente…


DOS EJEMPLOS DE SU POESÍA

PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA BLANCA

Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos... 


ME VIENE, HAY DÍAS, UNA GANA UBÉRRIMA, POLÍTICA…


Me viene, hay días, una gana ubérrima, política,
de querer, de besar al cariño en sus dos rostros,
y me viene de lejos un querer
demostrativo, otro querer amar, de grado o fuerza,
al que me odia, al que rasga su papel, al muchachito,
a la que llora por el que lloraba,
al rey del vino, al esclavo del agua,
al que ocultóse en su ira,
al que suda, al que pasa, al que sacude su persona en mi alma.
Y quiero, por lo tanto, acomodarle
al que me habla, su trenza; sus cabellos, al soldado;
su luz, al grande; su grandeza, al chico.
Quiero planchar directamente
un pañuelo al que no puede llorar
y, cuando estoy triste o me duele la dicha,
remedar a los niños y a los genios.
Quiero ayudar al bueno a ser un poquillo de malo
y me urge estar sentado
a la diestra del zurdo, y responder al mudo,
tratando de serle útil en
lo que puedo y también quiero muchísimo
lavarle al cojo el pie,
y ayudarle a dormir al tuerto próximo.
¡Ah, querer, éste, el mío, éste, el mundial,
interhumano y parroquial, provecto!
Me viene a pelo,
desde el cimiento, desde la ingle púbica,
y, viniendo de lejos, da ganas de besarle
la bufanda al cantor,
y al que sufre, besarle en su sartén,
al sordo, en su rumor craneano, impávido
al que me da lo que olvidé en mi seno,
en su Dante, en su Chaplin, en sus hombros.  
Quiero, para terminar,
cuando estoy al borde célebre de la violencia    
o lleno de pecho el corazón, querría
ayudar a reír al que sonríe,
ponerle un pajarillo al malvado en plena nuca,
cuidar a los enfermos enfadándolos,
comprarle al vendedor,
ayudarle a matar al matador -cosa terrible-
y quisiera yo ser bueno conmigo
en todo.

JULIO CORTÁZAR Y LOS JUEGOS NARRATIVOS




Julio Cortázar nació en Bruselas el 26 de Agosto de 1914, de padres argentinos. Llegó a la Argentina a los cuatro años. Pasó la infancia en Bánfield, se graduó como maestro de escuela e inició estudios en la Universidad de Buenos Aires, los que debió abandonar por razones económicas. Trabajó en varios pueblos del interior del país. Enseñó en la Universidad de Cuyo y renunció a su cargo por desavenencias con el peronismo.

En 1951 se alejó de su país y desde entonces trabajó como traductor independiente de la UNESCO, en París, viajando constantemente dentro y fuera de Europa. En 1938 publicó, con el seudónimo Julio Denis, el librito de sonetos ("muy mallarmeanos", dijo después él mismo) Presencia. En 1949 aparece su obra dramática Los reyes. Apenas dos años después, en 1951, publica Bestiario ( obra en la que ya está presente el Cortázar deslumbrante por su fantasía y su revelación de mundos
nuevos que irán enriqueciéndose en su obra futura). Luego, vienen los libros que desbordan toda categoría genérica (poemas-cuentos-ensayos a la vez) y las grandes novelas: Los premios (1960), Rayuela (1963), 62/Modelo para armar (1968), Libro de Manuel (1973).
 El refinamiento literario de Julio Cortázar, sus lecturas casi inabarcables, su incesante fervor por la causa social, hacen de él una figura de deslumbrante riqueza, constituida por pasiones a veces encontradas, pero siempre asumidas con él mismo, genuino ardor. Su narrativa se singulariza por el énfasis de entrelazar la realidad y la imaginación en un solo juego, como causa y efecto en cualquiera de las direcciones. El carácter lúdico de sus relatos es una de las cualidades que a nosotros nos ha llamado siempre el interés, superando los encuadres de la razón, para el vuelco imaginativo.
 Julio Cortazar murió en 1984 pero su paso por el mundo seguirá suscitando el fervor de quienes conocieron su vida y su obra.

ALGUNOS RELATOS

CONSERVACIÓN DE LOS RECUERDOS
Los famas para conservar sus recuerdos proceden a embalsamarlos en la siguiente forma: luego de fijado el recuerdo con pelos y señales, lo envuelven de pies a cabeza en una sábana negra y lo colocan parado contra la pared de la sala, con un cartelito que dice: "Excursión a Quilmes", o: "Frank Sinatra".
Los cronopios, en cambio, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio y cuando pasa corriendo uno, lo acarician con suavidad y le dicen: "No vayas a lastimarte", y también: "Cuidado con los escalones". Es por eso que las casas de los famas son ordenadas y silenciosas, mientras que en las de los cronopios hay gran bulla y puertas que golpean. Los vecinos se quejan siempre de los cronopios, y los famas mueven la cabeza comprensivamente y van a ver si las etiquetas están todas en su sitio.
INSTRUCCIONES PARA LLORAR
Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente.
Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca.
Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.
PÉRDIDA Y RECUPERACIÓN DEL PELO
Para luchar contra el pragmatismo y la horrible tendencia a la consecución de fines útiles, mi primo el mayor propugna el procedimiento de sacarse un buen pelo de la cabeza, hacerle un nudo en el medio y dejarlo caer suavemente por el agujero del lavabo. Si este pelo se engancha en la rejilla que suele cundir en dichos agujeros, bastará abrir un poco la canilla para que se pierda de vista. Sin malgastar un instante, hay que iniciar la tarea de recuperación del pelo. La primera operación se reduce a desmontar el sifón del lavabo para ver si el pelo se ha enganchado en alguna de las rugosidades del caño. Si no se lo encuentra, hay que poner en descubierto el tramo de caño que va del sifón a la cañería de desagüe principal. Es seguro que en esta parte aparecerán muchos pelos, y habrá que contar con la ayuda del resto de la familia para examinarlos uno a uno en busca del nudo. Si no aparece, se planteará el interesante problema de romper la cañería hasta la planta baja, pero esto significa un esfuerzo mayor, pues durante ocho o diez años habrá que trabajar en algún ministerio o casa de comercio para reunir el dinero que permita comprar los cuatro departamentos situados debajo del de mi primo el mayor, todo ello con la desventaja extraordinaria de que mientras se trabaja durante esos ocho o diez años no se podrá evitar la penosa sensación de que el pelo ya no está en la cañería y que sólo por una remota casualidad permanece enganchado en alguna saliente herrumbrada del caño. Llegará el día en que podamos romper los caños de todos los departamentos, y durante meses viviremos rodeados de palanganas y otros recipientes llenos de pelos mojados, así como de asistentes y mendigos a los que pagaremos generosamente para que busquen, separen, clasifiquen y nos traigan los pelos posibles a fin de alcanzar la deseada certidumbre. Si el pelo no aparece, entraremos en una etapa mucho más vaga y complicada, porque el tramo siguiente nos lleva a las cloacas mayores de la ciudad. Luego de comprar un traje especial, aprenderemos a deslizarnos por las alcantarillas a altas horas de la noche, armados de una linterna poderosa y una máscara de oxígeno, y exploraremos las galerías menores y mayores, ayudados si es posible por individuos del hampa, con quienes habremos trabado relación y a los que tendremos que dar gran parte del dinero que de día ganamos en un ministerio o una casa de comercio. Con mucha frecuencia tendremos la impresión de haber llegado al término de la tarea, porque encontraremos pelo (o nos traerán) pelos semejantes al que buscamos; pero como no se sabe de ningún caso en que un pelo tenga un nudo en el medio sin intervención de mano humana, acabaremos casi siempre por comprobar que el nudo en cuestión es un simple engrosamiento del calibre del pelo (aunque tampoco sabemos de ningún caso parecido) o un depósito de algún silicato u óxido cualquiera producido por una larga permanencia en una superficie húmeda. Es probable que avancemos así por diversos tramos de cañerías menores y mayores, hasta llegar a ese sitio donde ya nadie se decidirá a penetrar: el caño maestro enfilado en dirección al río, la reunión torrentosa de los detritos en la que ningún dinero, ninguna barca, ningún soborno nos permitirán continuar la búsqueda. Pero antes de eso, y quizá mucho antes, por ejemplo a pocos centímetros de la boca del lavabo, a la altura del departamento del segundo piso, o en la primera cañería subterránea, puede suceder que encontremos el pelo. Basta pensar en la alegría que eso nos producirá, en el asombrado cálculo de los esfuerzos ahorrados por pura buena suerte, para escoger, para exigir prácticamente una tarea semejante, que todo maestro consciente debería aconsejar a sus alumnos desde la más tierna infancia, en vez de secarles el alma con la regla de tres compuesta o las tristezas de Cancha Rayada.